domingo, 21 de abril de 2013

“Lluvia” de alegría


“Lluvia” de alegría
Vivo en la Isla de Margarita. En una tarde de agosto, bajo un torrencial palo de agua, pasaba por una de las calles que se usan como atajo para encontrar la entrada a la autopista: de reojo y a través de la poca visibilidad que me permitía el parabrisas, divisé una manchita algo rosada, pegada a un portón de hierro entre monte y agua. Aquella visión me pareció un animal, pero no podía quitar la vista del camino y no había espacio para estacionar.
Continué mi camino con la imagen en mi mente. Al entrar a la autopista en el primer retorno me regresé para averiguar qué era lo que había visto. Pensaba que si era un animal la estaba pasando muy mal bajo el aguacero.
Estacioné y me acerqué a esa cosita que no se movía de frío, de tristeza y hasta de angustia de no poder refugiarse. No tenía más que cuatro pelos, pues la sarna ya había hecho su trabajo en el cuerpo de una perrita mínima y maloliente.
Con el susto de no saber si me mordería, la cargué y la puse en el piso del carro, desde allí no me quitaba la triste vista de encima. Estaba como escuchando y entendiendo lo que yo le decía durante el trayecto a la veterinaria. La examinaron y le pusieran un tratamiento contra la sarna y todas las enfermedades que no se veían había que descartarlas con exámenes. Se quedó hasta el día siguiente. Cuando llegué a recogerla me llevé una gratísima sorpresa: la perrita que había sacado del monte y bajo la lluvia me reconoció la voz y no paraba de mover la colita y de llorar al verme.
La doctora hizo los exámenes de sangre, curó sus orejas sangrantes e incompletas por la sarna; le dieron un baño profundo, le cortaron el poco pelo que le quedaba y con un tratamiento y una advertencia me la llevé. Debía realizar un examen para descartar la incurable leishmaniasis que tardaba 15 días para el resultado, en caso de ser positivo habría que sacrificarla. Me la llevé a casa de mi mamá que en un pequeño espacio la albergaría para sanarla y darla en adopción.
Pasaron los días y todos nos encariñamos con la dulce perrita a la que decidimos llamar Lluvia. A  los 15 días nos dieron el resultado: estaba libre de leismaniasis y comenzaba a sanar de su sarna y desnutrición, el pelo le comenzaba a crecer y ella había comenzado a ser feliz.
Han pasado más de tres meses y Lluvia se quedó con nosotros, forma parte de la familia, es amiga de todos: gatos, perros o pájaros. Es feliz, agradecida y nos brinda la oportunidad de disfrutarla. Así es Lluvia: la salvamos para que nos alegrara la vida”


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1 comentario:

  1. mas bello, el mejor acto de amor, salvaste su vida y ella lleno de alegria tu vida, deberian haber miles de personas como tu, q dios los bendiga y mil naricitas frias a lluvia

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